Hablando se sana la gente

 

  1. La salud interior

Sólo el 1% de la población mundial está interiormente sana. El 99% restante tenemos, en mayor o menor medida, algún tipo de daño que nos impide vivir plenamente en el presente, relacionarnos bien con los demás y ser felices.

La falta de salud interior se manifiesta en la vida adulta a través de sentimientos desordenados, desajustados que nos impiden sentirnos realmente bien: miedo, ira, vergüenza, impotencia, culpa, etc. También se manifiesta mediante conductas que no son adecuadas, comportamientos exagerados, sensación de confusión e impotencia, problemas de salud, etc.

Literalmente queremos hacer las cosas bien, adecuadamente, con eficiencia y eficacia y no podemos; terminamos haciendo las cosas mal, una y otra vez, sin poder hacer cambios positivos. “Hago el mal que no quiero y no el bien que quisiera hacer”.

Estos daños generalmente se producen en la infancia, cuando estamos en una situación de dependencia de los adultos; cuando estamos indefensos y vulnerables. Las heridas quedan en el interior, actuando desde ahí, en espera de ser sanadas.

  1. Sanar el interior

Las heridas son producidas por el trato inadecuado recibido durante la infancia. Este trato inadecuado o maltrato se guarda en el secreto del corazón. Se sufre en el silencio y en la soledad.

Para sanar es indispensable:

  • Detectar las señales de los daños interiores
  • Querer sanar
  • Abrir el interior para que aflore el daño
  • Expresar el sufrimiento personal, para que salga del interior
  • Tener un testigo que nos acompañe y valide y confirme nuestra experiencia

 

Este proceso requiere de la presencia de una persona que nos acompañe, nos escuche con atención, empatía y respeto, que nos comprenda y se ponga de nuestro lado. No necesitamos juicios, órdenes ni consejos. Sólo necesitamos a alguien que abra su corazón para depositar en él nuestro dolor. Busca a ese compañero de viaje.

QUIEN ENCUENTRA UN AMIGO, ENCUENTRA UN TESORO

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